Aunque Revienten de Rabia los Sapos

El que estemos acostumbrados a la existencia de ciertas instituciones no implica que sean imprescindibles, por lo menos no como nosotros las hemos conocido, así que de vez en cuando habrá que revisar su funcionalidad, y no sólo mantenerlas por tradición; p. ej.: al pensar en la capacitación para el trabajo mediante las nuevas tecnologías ¿será necesaria la docencia en un lugar específico, con horarios fijos, en grupo, siguiendo las instrucciones del “jefe”?.

Independientemente de que sean otros o nosotros mismos quienes definamos cuáles son las metas u objetivos a conseguir, el programa necesitará especificar las formas de evaluarlo, los métodos a seguir, materiales de apoyo y tiempo estimado para lograr lo buscado.

Tanto la educación formal como la no formal, sea pública o privada, ha estado bajo fuerte presión de factores económicos, no sólo en cuanto a aspectos tan obvios como cuotas (inscripciones, mensualidades, sociedades de alumnos y de padres de familia, etc.), sino hasta en cuanto a contenidos explícitos e implícitos (currículos abiertos y ocultos) que se enseñan a los estudiantes, los recursos de apoyo (textos, audiovisuales, equipo y programas computacionales, etc.), las alternativas para la “formación integral” (seminarios, congresos, viajes de estudio, instalaciones y equipos deportivos, etc.). Todo lo anterior lleva a que algunas de las instituciones educativas de “prestigio”, desde nivel básico hasta profesional, inviertan más recursos y esfuerzos en proteger y promover “la marca” o imagen, siguiendo las “modas de temporada” en cuanto a metodologías, recursos de apoyo, “ambientes de enseñanza” y acreditaciones del personal y de la institución, que en cumplir el compromiso de capacitación contraído con los estudiantes, padres de familia y la sociedad.

Sin lugar a duda, algunos de los conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes, intereses, etc. que nos han acompañado y acompañarán durante toda la vida los adquirimos y hemos incrementado o modificado mediante la educación informal y no formal, por lo que no tenemos certificados oficiales para acreditarlos, aunque sí podemos comprobar en cualquier momento el tenerlos mediante algo más convincente para cualquier persona con sentido común: la acción. ¿Quién dudará de que un analfabeto que conteste de forma adecuada a lo que se le pregunte “entiende el idioma y sabe hablarlo”?.

En la actualidad cierto nivel de dominio de la lengua inglesa da ventajas a quienes lo tengan sobre quienes carezcan de él, pues es la lengua franca para millones de personas alrededor del mundo. Si lo dudamos podemos revisar la cantidad de chinos que en los últimos años han aprendido a hablarlo para atender al turismo que visita su país (Olimpiadas de verano en 2008, y de invierno en 2022), y para extender por el mundo sus relaciones políticas y comerciales. Para quienes residimos en México cada día es más evidente la interdependencia entre los tres países de Norteamérica, por las mismas razones.

Quienes han emigrado de forma temporal o definitiva desde México a alguno de los países del norte, pueden tener la seguridad de que el tiempo y esfuerzo que inviertan en mejorar su dominio del español o el aprendizaje del inglés les podrá redituar tanto si se quedan allá como si regresan a México. Actualmente en los Estados Unidos el español es uno de los idiomas más estudiados como segunda lengua, y México es su principal socio comercial. Así mismo en 2020 ,antes de la pandemia, este último país ocupó el tercer lugar mundial entre los países más visitados y el número catorce en captación de divisas por concepto de turismo, según las organizaciones del ramo. Independientemente de nuestro nivel personal actual de dominio de estas lenguas, una buena opción para mejorarlo es el aprendizaje autónomo, aprovechando los recursos de que disponemos en la actualidad.