Los Sauces, San Pedro de Iturbide.
Los Sauces, San Pedro de Iturbide.
¡Ay, San Pedro!, tu fachada
es de pintor infantil.
Comulgar con Ruedas de Molino
Pasaron los años, crecieron los nietos o sobrinos, y los más grandes terminaron la primaria.
Los jóvenes padres, que habían regresado de niños a San Pedro después de la Guerra Civil, tuvieron que decidir si se adaptaban definitivamente a la vida que se llevaba en el pueblo en que se hallaban, arriesgándose a tener cada vez menos que heredar a sus hijos y dejar que sólo fueran una piedra más en la cerca, o emigraban de nuevo a las ciudades para que tuvieran oportunidad de “ser alguien” dentro de la tradición familiar del esfuerzo y superación, pues en la Villa no había más opciones de educación formal, y además en el Municipio seguía el robo del ganado.
Algunos empacaron lo que pudieron, dejaron las casas amuebladas por si había que regresar, y se llevaron a sus familias; otros mandaron por delante a los hijos mayores para que fueran capacitándose para el trabajo (y después prosiguieran los estudios superiores por su cuenta, pero siempre con apoyo familiar), mientras ellos vendían las pertenencias que podían para seguirlos.
También Los Sauces fueron vendidos, pues sin ganado el mantenimiento y la mano de obra para conservar la huerta no era costeable.
Pasa más tiempo y, al jubilarse o pensionarse, algunos de “los niños” regresan a la Villa para convivir con sus viejos los últimos años de vida de éstos. Uno de sus tíos, quien era excelente como cuentacuentos, les platicó hasta con gestos y ademanes lo que batallaron desde Los Sauces hasta San Pedro para llevar rodando por entre la arena del Arroyo del Saucillo y sobre la Sierra Sarnosa la gran rueda de piedra, que se había usado en otros tiempos para moler la cáscara de encino con que curtían las pieles del ganado, y que ahora adorna el patio del hotel.
Cuando uno de los sobrinos (o sea este humilde trovador, digo ... narrador) contaba orgullosamente a otros la hazaña del tío, lo desmintió un primo: “Son dos ruedas diferentes, no es la misma. Ésa la compró tío Armando en Santa Rita, en Galeana. Yo fui con mi suegro a traerla en un camión, la otra sigue en el rancho”. Así comenzó la cochina duda sobre una bonita historia.
Otro de los primos -Chevo- de vez en cuando iba de Caja Pinta a San Pedro para visitar a su “mamá Belia” (en realidad tía, con quien vivió cuando era niño y estudiaba la primaria), en una de estas ocasiones mientras esperaba el autobús en que se iría platicó la historia de la rueda de piedra, y otro pasajero intervino en la conversación para contar que hacía poco él había pasado por Los Sauces, se acordó de ella, subió hasta el barranco, y allí estaba.
Como por entonces todavía vivía en el Pueblo doña Celia, quien con su esposo compró el rancho cuando fue vendido, al hacerle la gran pregunta sobre la rueda respondió: “¡Claro que allá está!, aunque la huerta hace mucho que se acabó”, y me invitó a ir a confirmarlo cuando quisiera. No tuve oportunidad de hacerlo, y no creo que lo haga por dos razones muy simples: primero, preferí conservar mis recuerdos de la niñez (¿cuál nostalgia?) y, segundo, hace algunos años hubo quienes “amablemente nos propusieron” abandonar San Pedro a algunos de quienes participamos en este proyecto, pero según informes policiacos ellos siguieron yendo para allá. En Linares han ido capturando a los integrantes de esa célula de secuestradores de uno o de a dos, pero nosotros ignoramos cuántos eran.
A la fecha hay varios miembros de la familia que, aunque siguen yendo al Pueblo de vez en cuando, prefieren aceptar como dogma de fe o con fe de carbonero el relato fantástico del tío para así no ir a comprobar si en Los Sauces realmente existe otra rueda, “gemela” de la del hotel. La burra no era arisca, pero …
Es por Mí
¿Qué podría decirte yo que no sepas ya?, pero déjame contarlo para escucharme ... y al dar mi versión sentir que sigo vivo.
Los Sauces
Octubre de 2023
Rueda en Posada del Carmen